La sonda espacial Voyager vuelve a comunicarse con la Tierra
El ser humano lleva décadas enviado tecnología al espacio. La sonda Voyager uno tiene y tendrá el privilegio de ser el objeto más alejado de la Tierra jamás fabricado por el hombre. Lanzada a finales de los años 70, prácticamente todo lo que integra la sonda Voyager cabria dentro de un smartphone de hoy. Los achaques de su edad llevan años produciéndose, pero su resistencia sigue sorprendiendo.
Voyager, una misión interestelar
La sonda Voyager 1, lanzada en 1977, es una nave espacial diseñada para explorar los confines del sistema solar y el espacio interestelar. Lleva instrumentos científicos como cámaras, espectrómetros, y detectores de partículas para estudiar planetas, lunas, campos magnéticos y partículas cargadas.
Aunque sus cámaras están apagadas desde 1990, otros instrumentos siguen midiendo cosas como el viento solar y los rayos cósmicos. La nave también incluye un disco de oro con sonidos e imágenes de la Tierra, pensado como un mensaje para posibles formas de vida extraterrestre. Funciona gracias a una fuente de energía nuclear que todavía la mantiene operativa, aunque con recursos limitados.
Los problemas la sonda Voyager
La Voyager 1 se aleja de la Tierra a una velocidad de 61.500 km/h. La enorme distancia y el hecho de integrar una tecnología con décadas de antigüedad, hacen que los problemas de comunicación y telemetría con la sonda sean cada vez más habituales. En algún momento el silencio de la sonda llegará a ser permanente, vagando por la oscuridad del océano cósmico para siempre.
Ahora, la sonda ha vuelto a comunicarse después de que su sistema de protección contra fallos apagase su transmisor principal de radio en octubre debido a un consumo excesivo de energía. La nave activó un transmisor de banda S, inactivo durante más de 40 años, lo que dificultó la recepción de datos por parte del equipo de la NASA. Sin embargo, tras semanas de trabajo, lograron sincronizar sus ordenadores y restaurar la transmisión de datos científicos, reactivando sus cuatro instrumentos aún funcionales.
A pesar de apagar sistemas no esenciales y operar a temperaturas extremas, las sondas siguen estudiando partículas, plasma y campos magnéticos en el espacio interestelar, una región donde el viento solar deja de influir, demostrando la resiliencia de su diseño y el ingenio del equipo que las mantiene operativas.